Sin embargo no puedo, lo siento, no puedo quedarme callado, me es imposible, he sufrido mucho en la vida, he perdido amigos, amigos entrañables, amistades, discusiones con familiares y perdidas monetarias por defender lo que creo, por la lucha que considero justa, por la libertad de conciencia mientras fui testigo de Jehová, el que quiera saber lo que es sufrir y luchar por su libertad debería llegar a ser parte de un grupo sectario y con imposiciones de un caudillo, donde el libre pensamiento no está permitido, donde debes restringir todo lo que crees, piensas y haces a lo que otros en un habitación en Brooklyn, Nueva York, decidan.
Lo que voy a escribir es mi visión personal del tema que ha concitado atención en esta semana en República Dominica, las declaraciones del maestro José Antonio Molina.
Con todo el respeto que me merece y que se ha ganado, de todos y por todos y cada uno de los dominicanos, considero que aun cuando sus declaraciones contienen una verdad, está dentro de una gran mentira. Es decir, el maestro Molina dijo una verdad a medias, tal vez, no intencionalmente, tal vez, por su desconocimiento de los estratos sociales bajos, del barrio, de los callejones de nuestros barrios, de estar mojándose durante un aguacero con las goteras dentro de una casa de zinc. Sé que José Antonio Molina expresó sus ideas sin malas intenciones, aunque sé que no ha sentido lo doloroso de ver a una madre, una hermana, prima o tu propia novia o esposa, entregarse por dinero a otro para que su familia pueda comer.
Sería mejor pasar por ignorante y no que el maestro Molina reconozca que conoce de primera mano la desastrosa situación social en la que viven aquellos a quienes él se refirió. Al momento de expresar sus palabras José Antonio Molina no presentó el trabajo sociológico que sustentó sus palabras, no presentó el estudio que establecía que él se ha preocupado instalando escuelas de música en esos barrios, que de manera gratuita ha ido a dar sin descanso y haciéndolo su lucha personal, el establecimiento de orquestas sinfónicas en los parques de los barrios de la ciénaga, la zurza, capotillo, gualey, guachupita, el 27 de febrero, maría auxiliadora, los pinos, villas agrícolas, el tamarindo, mandinga, el almirante, entre otros tantos barrios del país.
Maestro Molina, usted no presentó sus recorridos por estos barrios, compartiendo con su gente y tratando de enseñar su música para realizar un cambio radical desde las entrañas del monstruo. No, eso no, es más fácil estar en programas de televisión, cómodo, sin calor, sin bajos, con aire acondicionado y acabar con el sentimiento y los sueños de muchos que no ven otra forma de salir de sus precarias vidas, el Maestro Molina debió primero bajar al barrio y comprender la situación.
Sé que José Antonio Molina tiene razón en que el género urbano que se hace en la República Dominicana está muy degradado y que debe subir su nivel. El problema fue que Molino metió a todo el mundo en un mismo saco. También reconozco que el reggaeton o el dembow no es música, son ritmos, no música, aun así es una forma de expresión musical, como en sus inicios lo fue la bachata, la cual es hoy por hoy el formato musical que hace reconocible al país en el mundo.
Que Don Miguelo se pasó de la raya y debería pedir excusas al Maestro Molina, eso no solo está clarísimo, sino, que mostraría que como uno de los exponentes líderes del género puede equivocarse y como hombre sabe reconocerlo y cambiar.
Continua...
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