En un contundente comunicado, los obispos haitianos señalaron que el pueblo está "abandonado a la ley de las armas y al terror de bandas criminales", las cuales han impuesto un clima de violencia incesante. “Ningún lugar está a salvo, ni siquiera los templos o santuarios. Se saquean iglesias, se destruyen símbolos de la memoria colectiva y se ataca sin respeto alguno la identidad del país”, alertaron.
La misiva también subraya que estas agresiones no solo destruyen bienes materiales, sino que afectan profundamente el alma del pueblo haitiano: “Hieren su conciencia moral y su capacidad de esperar”.
La CEH lamentó que, mientras la población sufre desplazamientos forzosos, empobrecimiento y una inseguridad que desborda las instituciones, el Gobierno de transición haya presentado un proyecto de reforma constitucional. Si bien reconocen que el documento incluye propuestas innovadoras y muestra intención de modernizar el Estado, también advierten sobre "importantes lagunas" que podrían agravar el desequilibrio democrático.
“En medio de este caos, urge que las decisiones estructurales se hagan con sentido de nación, participación plural y sin improvisaciones”, concluye la carta de los obispos.
La situación de Haití continúa siendo crítica, y el llamado de la Iglesia es una voz que busca despertar la conciencia nacional e internacional sobre la urgencia de una intervención integral, con respeto a la dignidad del pueblo haitiano.
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