Ithier no solo fue el motor de una orquesta, sino el arquitecto de un estilo que definió generaciones. Desde 1962, cuando fundó El Gran Combo tras salir del Combo de Cortijo, construyó una propuesta musical tan sólida que terminó convirtiéndose en un símbolo cultural de Puerto Rico. Bajo su dirección, la agrupación no solo llenó escenarios, sino que llevó el sabor boricua a los cinco continentes, marcando un antes y un después en la historia de la salsa.
Su vida fue un relato de disciplina, pasión y entrega. Nacido en 1926 en el Viejo San Juan y criado en Río Piedras, creció entre guitarras y bohemia familiar. Autodidacta, escogió el piano como su instrumento definitivo, desarrollando un estilo único que luego se convertiría en sello de identidad del Gran Combo.
A los 15 años inició su vida musical profesional, y en 1952, tras servir en el Ejército estadounidense y participar en la guerra de Corea, regresó a Puerto Rico con un sentido de organización que luego marcaría para siempre su liderazgo. En 1954 se integró al Combo de Cortijo, donde fortaleció su visión musical antes de formar su propia orquesta.
El camino no estuvo libre de pruebas. Desde las primeras salidas de músicos clave, como Roberto Roena, hasta los cambios en sus vocalistas principales, Ithier siempre supo reconstruir y reinventar la agrupación. Bajo su batuta pasaron voces como Pellín Rodríguez, Andy Montañez, Charlie Aponte y Jerry Rivas, manteniendo una línea de continuidad que pocas orquestas han logrado.
Su fórmula fue simple y contundente: disciplina férrea y cero protagonismos individuales. Para Ithier, la estrella era y siempre debía ser El Gran Combo. Por eso organizó la orquesta como una cooperativa donde todos recibían el mismo salario, y donde el compromiso colectivo era la clave del éxito. Esa filosofía convirtió al grupo en una familia musical que trascendió épocas, modas y escenarios.
Con más de 70 producciones discográficas —la más reciente “En Cuarentena”, en 2021— y un sonido que él mismo atribuía a sus “disparates”, Ithier logró hacer de su oído y su intuición los pilares de un legado que marcó la cultura latina. Su enfoque no académico lo llevó a crear arreglos y estructuras rítmicas que se volvieron icónicas.
En 2006, ya con 80 años, decidió dar un paso al lado y entregar el piano y parte de la dirección a Willie Sotelo, aunque nunca dejó de ser la cabeza y el alma de la orquesta. Incluso reduciendo su carga laboral, su influencia continuó siendo absoluta en cada decisión artística y administrativa del grupo.
Rafael Ithier se marcha dejando a su esposa Carmen Soto y su hijo Carlo, y una herencia musical imposible de medir. Pero sobre todo deja una escuela de disciplina, humildad y sabor caribeño que seguirá latiendo en cada presentación de El Gran Combo y en cada persona que alguna vez bailó con su música.
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