Quince años de trabajo arduo en el estadio Quisqueya no lograron ablandar la voluntad de hierro de Jacqueline Altagracia Estévez. Más bien ayudaron a templar el espíritu de esta mujer, de 48 años de edad, madre soltera de dos hijos, que sorteando toda clase de vicisitudes, decidió un buen día que tenía que ser alguien más que una simple camarera del play.
Y lo logró.
El pasado 5 de diciembre, en su trabajo del estadio Quisqueya, celebró su graduación como licenciada en derecho, carrera que cursó en la Universidad del Caribe (Unicaribe) y cuya investidfura se realizó en el Centro de Convenciones del Puerto de Sans Soucí.
“Me sentí muy contenta, feliz, porque me sacrifiqué mucho para realizarme como persona y contribuir a la sociedad”, expresa esta valerosa mujer, nativa de Santiago Rodríguez.
“No fue fácil... Fueron muchos los sacrificios que tuve que hacer”, confiesa Jacqueline.
Afirma que siempre tuvo deseos de estudiar y que aprovechó en el 2001, cuando inició el programa “Prepara” para inscribirse en octavo curso. Desde entonces y hasta ahora, de manera ininterrumpida obtuvo el título de bachiller (2001-2006) y se recibió como licenciada en derecho (2008-2012).
“Al final me sentía cansada, porque no tuve descanso, pero siempre le pedía a Dios que me diera fuerzas para continuar”.
Su motivación
Sobre su motivación para comenzar a estudiar, mientras ejercía el oficio de camarera en el estadio Quisqueya, Jacqueline afirma que “siempre me fijé en que las personas pobres no tenemos la posibilidad de pagar los servicios de un abogado”.
Expresa que resulta más barato cubrir los gastos de una enfermedad que los que conlleva un caso en la justicia. “Por eso decidí estudiar derecho y ayudar a los más necesitados”.
Hermana abogada
Tener una hermana abogada (María Cabrera Estévez), para la que trabajó como secretaria en 1995, la ayudó a escoger entre sicología y derecho.
Ella, junto a su esposo también abogado, fueron su soporte cada vez que necesitó una orientación.
“Algunas personas me criticaban. Decían que estaba perdiendo mi tiempo por ponerme a estudiar con la edad que tengo”.
Dice que sentía la necesidad de hacer lo que sus hijos no quisieron (abandonaron sus estudios y hoy trabajan como motoconcho), por lo cual se sintió defraudada.
Un día en el play
Jacqueline llega a su trabajo en el play a las 6:30 de la tarde, saca sus dos neveritas y se abastece para ofertar al público sus productos.
La labor termina con el partido, pues hay que vender lo más que se pueda para poder ganar dinero.
“Le agradezco infinitamente al play, porque gracias a él he podido terminar mi carrera”.
Aspiración
Estévez afirma que no quiere quedarse ahí, en alguien que logró un título y ya.
“Me gustaría dar un paso hacia delante, ejercer mi carrera y demostrar que mi sacrificio no fue en vano”.
Exhortación
Jacqueline se considera así misma como una muestra viviente de que todo se puede en la vida.
Por eso aconseja a las personas de su edad y a los jóvenes que como sus hijos no están estudiando, que tomen la decisión y hagan una carrera.
“Las cosas hay que hacerlas con amor. No llevarse de las malas lenguas que pretenden bajarle a uno la autoestima. Hay que sacar fuerzas de donde no hay y pedirle a Dios que ayude a uno”, sostiene Jacqueline.
Tomado de:
El Nacional
El Nacional
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