SANTO DOMINGO, RD.- Los niños del liceo Los Palmeros llegaron a la placita que homenajea a los héroes del 12 de enero con claveles rojos y margaritas amarillas. Colocaron las flores en el suelo, al pie de la placa en que se exalta el heroísmo que simbolizan Amaury Germán Aristy, Ulises Cerón Polanco, Virgilio Perdomo Pérez y Bienvenido Leal Prandy (La Chuta).
La ofrenda floral, realizada por la Fundación Amaury Germán Aristy y el Museo de la Resistencia, comenzó cerca de las 11.20 de la mañana. Los vecinos se asomaban tímidamente y los motoconchistas, con sus camisetas marrones alusivas a la ocasión, lucían mucho más dueños de esos héroes. “Esos eran los palmeros, lucharon por el bien de la patria”, dijo uno de ellos.
Se trataba de guerrilleros del Comando de la Resistencia y representaban la avanzada de Francisco Alberto Caamaño -que estaba en Cuba- en suelo dominicano. Procuraban derrumbar el régimen represivo que encabezaba Joaquín Balaguer, que fue impuesto por los Estados Unidos luego de la Revolución de Abril.
Hoy, 12 de enero, se cumplen 43 años de aquel combate histórico (1972), que empezó en una casa del kilómetro 14 de Las Américas y terminó a unos 200 metros, en una cueva de varias bocas.
Al principio, cuatro contra dos mil, tres mil, cuatro mil, más de cinco mil. El dato no está claro. Dos de los palmeros, Ulises y La Chuta, fueron asesinados y quemados cuando intentaban huir de la casa, que estaba ubicada en el que hoy es el liceo Los Palmeros.
Amaury y Virgilio lograron huir hasta la cueva. Se atrincheraron ahí y fueron dos – dicen que parecían cientos- contra miles. La radio transmitía la noticia, ya el país sabía que los jóvenes estaban acorralados, pero era poco lo que sus parientes y amigos podían hacer porque “la gente no podía movilizarse en la calle”.
Dieron una batalla larga. Por todas las bocas de la cueva salían disparos y el ejército recibió la impresión de que los guerrilleron atrincherados eran mucho más que dos. Se habla de que el enfrentamiento duró entre cuatro y ocho horas.
En la cueva, Sonia Vásquez, que entonces era militante del Movimiento Popular Dominicano, recuerda cómo el país vivió esos momentos: “Movilizaron un ejército como si fuera una guerra con otra nación, contra cuatro muchachos jovencitos, que lo que querían era la libertad de su patria. Imagínate la impotencia que tenía la ciudadanía sabiendo que cuatro valientes hombres que se estaban preparando para liberarnos de un gobierno de oprobio, estaban siendo atacados por una manada de lobos, aunque hoy se pongan chaquetas de corderitos. Es importante recordarlo para que la juventud, hoy, sepa por qué hablamos como estamos hablando. Antes no podías ni siquiera usar un 'poloché' rojo, porque eso era comunismo”, narra en un tono alto, de indignación.
Mientras se llevaba a cabo el ataque, una comisión integrada por periodistas (José Bujosa Mieses cita entre ellos a Rafael Herrera y Radhamés Gómez Pepín) intentó mediar gestionando un acuerdo de cese al fuego, pero Balaguer no la recibió hasta que se confirmó la muerte de los jóvenes.
Doña Manuela Aristy, madre de Amaury, recuerda que era entre las 5:00 y las 6:00 de la mañana del día 12, cuando se supo de la caída de los primeros guerrilleros. Que eran cerca de las 4:00 de la tarde cuando el país se enteró de la muerte de los otros dos. Tenían, todos, entre 24 y 33 años.
“Mi casa se llenó de gente, la calle se llenó de gente. Al otro día, la lucha. Porque Balaguer quería que cada uno se enterrara en su respectivo pueblo”, recuerda.
Explica que enterrar a los jóvenes en sus comunidades de origen era muy riesgoso, porque el régimen acostumbraba a robarse los cadáveres para impedirles la simbología de la tumba. En aquel contexto esto suponía también la posibilidad de que ocurriera otra masacre si los amigos, parientes y afines políticos de las víctimas enfrentaban a los militares.
Finalmente, el régimen les concedió a los parientes velar y enterrar a sus muertos en la capital, y así lo hicieron.
Sólo el rostro de Amaury era reconocible, pese a que su cuello estaba “despegado” del resto del cuerpo. Los demás fueron quemados: “Yo le pasé la mano a Ulisies. A él lo quemaron con lanzallamas. Cuando le pasé la mano se quedó el pelo en mi mano como si fuera barba de maíz. Parecía barba de maíz”, rememora Sonia Vásquez.
Tras compartir por milésima vez el recuerdo de aquel año fatal, y junto a una de las bocas de la cueva en que fue asesinado su hijo, doña Manuela frunce el ceño para pronunciar la última frase de su intervención: “Balaguer era un hijo de la gran puta. Yo no creo que aquí la juventud deje que se vuelvan a vivir esos años. Ese era un hijo de la gran puta, pero sin madre”.
Desde 2013 y por disposición de la Ley 1-13, el 12 de enero está bautizado como el Día de la Resistencia Heroica.
Por Lery Laura Piña / 7 Días
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