Roger Enmanuel Guzmán no duda al hablar de su mayor inspiración: su madre. “Mi mamá se ha esforzado mucho para ayudarme”, dijo con sencillez. Su abuelo también ha sido un soporte fundamental. Aunque admite que no tiene muy buena memoria —“se me olvidan algunas cosas”, confiesa—, tiene claro que quiere ser contador. Su meta está definida, y el amor familiar lo empuja hacia ella.
Esteissy Lugo Rosario también comparte un testimonio lleno de gratitud. Asegura que ha recibido apoyo desde el “minuto cero”. Su madre no solo fue quien la inscribió en su camino formativo, sino que ha estado ahí siempre que la ha necesitado. “No estaría donde estoy de no ser por ella”, afirmó. Esteissy sueña con estudiar ingeniería mecatrónica, un campo retador donde, sin dudas, su determinación será clave.
Por su parte, Enmanuel Germosén recuerda con emoción cómo su madre ha sido su guía en los momentos más complicados. “Ella siempre me dice: ‘Echa pa’lante y haz lo que puedas, a tu ritmo’”. Esas palabras lo han acompañado incluso en situaciones difíciles, como la que vivió recientemente en las Olimpiadas Internacionales de Matemáticas en Australia.
Durante ese viaje, Enmanuel y otros compañeros perdieron el vuelo que los llevaría a Chile y, como consecuencia, también perdieron el que conectaba hacia Australia. Atrapados en un aeropuerto, parecía que no podrían llegar a tiempo. Pero gracias al esfuerzo de sus padres —especialmente de su madre— lograron tomar otro vuelo y participar en la competencia. “Ella hizo todo lo que pudo para que yo pudiera ir”, relató.
Estos testimonios no solo inspiran, también nos recuerdan que muchas veces el verdadero impulso viene del amor incondicional. Son madres, padres y abuelos los que sostienen, los que empujan, los que creen incluso cuando uno duda. Y eso, más que cualquier logro, ya es una victoria.
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